top of page

¿Dónde estás tú?

v. 9 “Mas Jehová Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú?”

¡Este versículo es tan poderoso y resonante! Debieron ser palabras fuertes en el momento en que se dijeron y lo siguen siendo hoy. Te pongo en contexto. Dios acaba de desplegar todo su poder creativo en el mundo. Ha creado todo lo que conocemos y al hombre y a la mujer a los cuales ha colocado en un huerto especialmente diseñado para el desarrollo de sus vidas. Allí pueden vivir tranquilos y gozar de la presencia de Dios, que se paseaba por allí y hablaba con ellos. Pueden comer de todos los árboles deliciosos del huerto que Dios acaba de crear para ellos, pero hay uno que es peligroso y de él no deben comer. Entonces aparece la serpiente en escena y se dirige al factor de mayor influencia, la mujer. La hace dudar, la hace razonar en torno a la duda “¿Con que Dios os ha dicho que no comais de los árboles?” “Oh no! De los árboles sí podemos comer, pero hay uno que no debemos ni tocar porque nos ha dicho Dios que moriremos.” La serpiente se mofa y le da una valiosa información a Eva que hace temblar su vanidoso corazón.

Hermosa naturaleza

. “Querida, Dios sabe que si comes de ese árbol no morirás, sino que serás como Él sabiendo el bien y el mal.” Poder. Me imagino el brillo en los ojos de Eva mientras miraba el fruto del árbol. Ser como Dios, saberlo todo, el acceso ilimitado a la información, el control. Comió y convenció a su esposo para que hiciera lo mismo. No le abrió la boca, no le forzó. Lo convenció, lo sedujo como se nos dice que hizo la serpiente con ella. Lo llevó, a través de argumentos, a hacer algo que no era bueno para ninguno de los dos pero que ella anhelaba más que nada en aquel momento. Y Adán comió. En ese mismo instante, tal y como auguraba la serpiente, fueron abiertos los ojos de ambos, pero no del modo en que ellos se habían imaginado. No eran como Dios, no eran santos y perfectos, no eran la misma criatura, no estaban capacitados del mismo modo para conocer el bien y el mal, para asimilar los torrentes de información.

Y Adán comió.

¿Dónde estás.jpg

Se vieron desnudos y se avergonzaron. El pecado se inyectó en sus almas como un veneno mortal, dejando todo lo bueno que había en ellos como una sombra y pudriendo hasta las más mínimas y aparentemente bondadosas intenciones de sus corazones. Me imagino el pánico, el corazón acelerado resonando en la sien, el silencio abrumador. Rápidamente, cogieron unas ásperas hojas de higuera y se hicieron delantales para cubrir una desnudez que antes no les parecía importante y que ahora se había convertido en su vergüenza. En medio del caos, oyeron la voz de Dios que se acercaba en sus habituales paseos al fresco del día. Estaban acostumbrados a tener a Dios allí con ellos y disfrutaban de su compañía, se gozaban, eran felices. Pero ahora oyen que se acerca y tiemblan. Se escondieron entre los árboles, como si pudieran esconderse de Dios. Como un niño que se tapa los ojos creyendo que si no ve, nadie le ve.

 

Escondidos, en silencio, sosteniendo la respiración. Solo se oirían los pájaros, el sonido de las hojas movidas por el aliento de Dios al acercarse. De pronto resuena la voz de Aquél que antes era su alegría. Pacientemente Dios le hace al hombre una pregunta cuya respuesta ya conoce: “¿Dónde estás tú?”

Adán le respondió, como seguimos haciendo hoy, con excusas y echando la culpa a otro. “La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol y yo comí”. Primero culpa a Dios porque Él le dio a su mujer. Si no se la hubiese dado, según su razonamiento, no habría pasado nada. Y luego culpa a la mujer, que lo sedujo para comer del fruto y, claro, comió. Como si él fuera una marioneta sin voluntad ni determinación, como si no pudiera decir que no y redirigir la situación. A esto le siguen las consecuencias de lo que habían hecho. Para el hombre, para la mujer y para la serpiente. Y, al final, en el versículo 21 vemos algo maravilloso y sorprendente: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los vistió”. Les quitó las ásperas hojas de higuera con las que se habían vestido en su ignorancia y su desesperación. Se las quita y me imagino la escena como cuando cambiamos la ropa sucia a nuestros pequeños y los adecentamos con ropita limpia y cómoda. Les hace ropa con piel, cálida, suave, adecuada. Los amaba.

Hombre (mujer), ¿dónde estás tú? Nuestro contexto o nuestra historia, no es tan distinta de la que vemos aquí en el principio. Dios ha creado todo lo que ves a tu alrededor y te ha colocado en un “huerto” para que te desarrolles. En un país concreto, en una familia en particular, con un cuerpo específico y unos dones. Podrías haber sido de miles de formas diferentes y haber tenido miles de contextos distintos; pero Dios escogió todos los elementos que te conformarían porque eran los mejores para ti.

Serpiente

¿Dónde estás tú?

La diferencia con los primeros hombres es que nosotros ya nacemos con ese veneno inyectado. El fruto de esos hombres ya brotó para siempre envenenado y todos nacemos pecadores. Desde niños podemos ver nuestras inclinaciones. Nadie nos enseña a mentir o a ser egoístas, brota. Y, como ellos, en esta situación, cuando escuchamos la voz de Dios y vemos la situación en la que estamos, torpemente nos cubrimos, nos excusamos, culpamos. Pero Dios, igual que al principio, viene a hablarnos con la disposición de cubrirnos con pieles. Dios le hizo muchas preguntas a Adán, lo hizo razonar. También lo hace contigo. Cuando escuchamos la Palabra de Dios o la leemos, nuestra mente comienza a razonar y nos sentimos aludidos. Sí, es a ti, te está hablando a ti. Tú eres el pecador de la historia, el hombre asustado y escondido que trata de disuadir a un Dios que solo busca tu bien desde el principio. Nuestra situación hoy es más esperanzadora de lo que era para aquellos hombres. Dios dio la solución. Envió a su Hijo Jesucristo para morir en lugar de nosotros. En Su nombre, podemos entrar de nuevo a tener esa comunión gozosa con Dios. A oír que se acerca su voz y no temblar, sino alegrarnos. A ser felices en esta vida y vivirla llena de propósito.

¿Cómo vas a responder a la pregunta de Dios? ¿Dónde estás? ¿Dónde te estás escondiendo? Adán y Eva se escondieron en los árboles que Dios había creado para ellos ¿Es tu trabajo, tu familia, tu carácter, tus hobbies? ¿Dónde estás?

  • Grey Instagram Icon

@dulces_para_galatea_oficial

  • Grey Instagram Icon

@viviendo_la_biblia

Dulces Para Galatea |  alrodgle@gmail.com 

© 2022 dulcesparagalatea

bottom of page