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¿Por qué me pasa esto a mí?

Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. 10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. -Job 2:9,10

Mi padre tiene cáncer con numerosas metástasis. Le quedan dos meses de vida a lo sumo y, cuando le hablamos de Dios, su pregunta es esta: “si Dios nos ama, ¿Por qué me está pasando esto?” Él quiere seguir viviendo, lleva años soñando con jubilarse para poder ir a la playa a pescar con sus nietos (mis hijos) a los que ahora no verá cumplir un año más. Todo aquello que había planeado hacer, todo lo que había soñado, se esfuma en medio de dolores mientras reposa postrado en una cama viendo escaparse su vida por minutos.

La pregunta es razonable ¿Por qué un Dios amoroso permite que los hombres sufran de esta forma? ¿Por qué nos quita la vida justo en el momento en que queríamos empezar a hacer ciertas cosas? Vamos a 2 Pedro 3:9 y nos encontramos con esto: “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.”

pescar

No quiere que ninguno se pierda, sino que todos vengan al arrepentimiento. Me recuerda a una escena de la película Interestelar (2014) cuando el padre de la niña hace todo lo posible porque ella comprenda que “el fantasma” es él. Hace todo lo posible por mover los libros de la librería, le envía un mensaje en morse usando la luz y el polvo. Está allí, con ella, todo el tiempo y ella sabe que hay algo, pero no le conoce aún. Vive resentida toda su vida con su padre pensando que la ha dejado a su suerte, que la ha abandonado mientras su padre está a su lado, guiándola, durante toda su vida. Él no quiere que ella muera, por eso trata de comunicarse con ella para darle la clave que necesita para desarrollar un sistema que permita a ella y a otros salir de la tierra y continuar una nueva vida en un mundo nuevo, sin defectos. Hasta aquí el relato de la película.

Vivimos resentidos contra Dios

Conchas marinas
Océano

Mi padre, al igual que muchas otras personas, ha vivido resentido con Dios (y ahora lo está aun más) porque cree que lo ha abandonado. Pero Dios lleva toda la vida de mi padre tratando de mandarle señales. Por medio de Su creación, del asombro cuando mi padre pescaba y disfrutaba de la brisa del mar en la cara, cuando disfrutaba de esos majestuosos paisajes o mientras nos veía crecer y desarrollarnos a mi hermano y a mí. Le ha dado salud y fuerza para ser un buen nadador, le ha dado trabajo siempre para sostenerse, se ha deleitado en la comida y en el proceso de elaborarla como buen cocinero que es. Dios ha estado ahí. Ha guiado los pasos de su vida, le ha librado en numerosas ocasiones difíciles, siempre le dio un techo y una familia. Pero Él nunca le vio. Y ahora Dios le quita algo importante, le hace detenerse en el camino para que medite. Y me acuerdo de Job y del Faraón. A Job Dios se lo quitó todo de golpe. Las posesiones, la familia y la salud. Postrado en su lecho, cubierto por llagas y gusanos seguía reconociendo que “Jehová dio, Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito”. Job 1:21,22

Job no entendía lo que le estaba pasando, pero sabía que Dios tenía un plan con aquello y que era bueno. Tenía esa clase de fe. El faraón, sin embargo, reaccionó del modo contrario. Dios le envió doce terribles plagas. Le quitó autoridad, devastó su reino y murieron los primogénitos de los egipcios. El hijo de Faraón murió, como los hijos de Job ¿Cuál fue la reacción de Faraón? Siguió persiguiendo con ira al pueblo de Dios, no se arrepintió de nada, no le reconoció como Dios, seguía enfadado, triste, perdido.

 

¿Es Dios un dictador ególatra?

“Pero, ¿por qué es Dios tan radical y nos lleva al extremo de hacernos tanto daño solo para que le conozcamos? ¿Eso no es algo que haría un dictador o un ególatra?” Podríamos pensar. La realidad es la siguiente. Nuestra vida aquí es como un soplo, una sombra que pasa (Salmo 144:4). Nos parece muy larga y muy importante, pero estamos aquí de paso. Si pudiéramos dividir mentalmente la realidad como una línea horizontal y dividiésemos un segmento pequeñísimo con una línea vertical tendríamos, a la izquierda, nuestra vida aquí; y a la derecha, esa larga línea que se desparece en el horizonte, la eternidad ¿Qué significa eso?

Mujer con la biblia

Fuimos creados para ser eternos, somos eternos. Morimos en esta vida, cerramos por última vez los ojos aquí y dormimos. Pero abriremos de nuevo los ojos en la eternidad, cara a cara con Dios y sin poder dar excusas. Una vez allí, conscientes ahora de la realidad, de que Dios está ahí y ha estado siempre ahí, de que hemos vivido negando su existencia y resentidos con Él, tendremos que dar cuenta. “Te mandé numerosas señales, te cuidé, te protegí, te guié ¿Recuerdas aquel día en que casi tienes un accidente mortal con el coche y dijiste “oh gracias a Dios”? Pues sí, fue gracias a mí. No te ha faltado nunca de nada, cada noche dormías en la cama caliente que yo te di y nunca me reconociste como tu Dios ni me diste las gracias. Es que no miras a tu alrededor, es que no ves la creación. Disfrutaste del mar, de los animales, de los placeres y nunca te paraste a pensar en el diseño que hay detrás de todas esas cosas ¿Crees que todo eso se hizo solo o nació de la casualidad, no ves el detalle, la perfección? Escribí todo un libro sobre mí, sobre cómo cree el mundo, sobre el sacrificio de mi Hijo Jesucristo, sobre lo que tenías que hacer para ser salvo, sobre la vida que tenías que vivir para ser feliz. Te envié personas que te hablaron de mí, ¿lo querías más claro? ¡No escuchaste!” Nos quedaremos sin excusa, sin tener nada que objetar y será tarde.

 

El tiempo para ser adoptados como hijos de Dios, para aceptar por la fe el sacrificio que hizo Cristo para redimirnos, es hoy. Y me acuerdo del pasaje en que se nos habla del hombre rico y Lázaro. Cuando el rico murió y fue a la condenación eterna porque no había reconocido nunca a Dios, le suplicó a Abraham que le dejara aparecerse ante sus hijos para contarles que Dios existe, que es real, que creyeran. Pero Abraham le dijo: “si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.” Guau, así de duros somos. Ni aunque se nos aparezca un familiar y venga de los muertos a decirnos que Dios es real y que necesitamos creer para ser salvos porque esa persona está sufriendo en la condenación eterna, ni aún así creeríamos. Porque no hay diferencia. Tenemos la Palabra de Dios escrita y revelada, La Biblia, ¿nos molestamos en leer esas cartas que nos ha enviado Dios para que le conozcamos? La fe, el entender y aceptar estas cosas, el reconocer a Dios; es un don, un regalo. Viene por el oír acerca de Dios, ¿cómo? Leyendo estas cosas, escuchando a ese familiar o amigo creyente que tienes, leyendo la Biblia, acudiendo a una buena iglesia o escuchando una predicación. “La fe viene por el oír la Palabra de Dios” Romanos 10:17 Y, cuando la hayas oído, pídele a Dios que te de esa fe. En tu mente, cierra los ojos y dile “Dios mío, te he oído, regálame la fe, ábreme los ojos”.

“Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” -Mateo 7:8

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